miércoles, 2 de noviembre de 2011

la verdad que tenga título, Roberto, me parece que está de más

Observo que la gente quiere algo que no está. Voy a crear una fruta. Cada una de las milimétricas capas de textura, voy a dibujar planos, con sus poros, y la leve diferencia entre el color de la fruta y del jugo. 
La fruta va a ser más naranja, el jugo más rosa, la piel exprimida más blanca. Los poros van a ser circulares, los círculos delimitados por pequeños circulitos que hagan pensar en la lengua que secreta por esa idea de la fruta. Me voy a divertir encontrando las estructuras dinámicas, sus movimientos, va a tirar gotitas a determinados estímulos como los cítricos, va a intercambiar como los toboganes. Y en una plaza vamos a hacer de ella una ensalada, unos jugos. Le voy a decir a cada uno que traiga su fruta y nos vamos a olvidar de las palabras, pero presiento que algunos van a recrear las palabras, algunos van a mirar la fruta, y algunos van a querer los planos de la fruta que la fruta sobrecreció. La conciencia de la fruta va a inundar nuestros cuerpos, salir por nuestros oídos. Si nuestros quereres fueran cuerpos de pronto estaríamos rodando entre las multitudes múltiples de fruta. Pero no, y ahora tenemos la angustia de la fruta. Patentan unas cápsulas con algo de la cáscara de la fruta y ahora mucha gente tiene plata, otra no, no me acuerdo si la pasamos bien acá, no me acuerdo por qué te estaba contando esto...