martes, 28 de febrero de 2012

I y II

Ícaro cae, y en pleno vuelo lo detienen colgando los hilos de seguridad.
Ícaro muerte los hilos de marioneta, hilos de plástico, gruesas tanzas que se le entreclavan en las encían, corre la sangre de encía, la sangre poca de encía.
Ícaro vomita el líquido que se le escurre por las piernas a las mujeres, luego abortos, luego semen.
Ícaro deja de moverse, colgado, enredado ahora en la tanza, flotando en el aire con las alas medioquemadas y con partes en carne viva, de a poco, como uvas,
                           escupe redondos negros, escupe pupilas que se le caen en los ojos a quienes se atrevieron a mirar.
Estas caen en los ojos y no hay ninguna boca discurso ninguno que pueda metabolizarlos; y ahora están ellos.
Claro, porque ellos están callados, pueden, y no se pegan a un diván, pegajoso y luminoso, como peces viscosos aplastados. A ellos no les pica todo el tiempo de a momentos. Aparecen y se rascan a veces, pero a veces. Y cuando ves que ellos se rascaron hasta infectarse hay algo en eso de sexual, discretamente, de sensual, libidinoso en su pudor; cómo esconden el líquido transparente, la herida. Cuando a ellos al reír fuerte se les cae una gota de baba no tienen linda sonrisa, porpantológicamente no son tan estúpidos, no se les quema, ulcera, yaga el cuello entero. Ellos tienen dientes que sirven para comer y para dar amor y no dicen “saliva” para disimular baba. Ellos soportan mirar el techo de un hospital con la ausencia que me persigue a todas partes y no vienen almohadas cálidas a sostenerlos que acá se incendian en mi mente quemando mi espalda en la que se mezcla la carne derretida con las plumas y las fibras y se acomodan cómodas en la realidad.
Porque en el hospital hay comodidades.
Cada vez que vas a gritar vienen unas manos atentas y pulcras que te ahogan con la almohada hasta que se te vaya el impulso del grito; y cada vez y cada ves… Pero debajo del cuerpo de la cama de al lado hay montones de uvas verdes e hinchadas de jugos que puedo comer chupándolas de a muy poco cuando espero la muerte.