miércoles, 28 de octubre de 2009

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No sé cómo soroncho centrar los títulos.

Libe

Yo sé mi boca más que florida, nace planta. Ella florece y se encarna en un mismo movimiento; nace y se hace llaga. Mis piernas quietas en una tensión de deber ser otras partes.

Es mi torso carne caliente, con mis pechos y milporos que corren violentamente el umbral del afuera. Acumulando fuerzas de mil soles irrigados alguna vez sobre mi piel, intentan inflingir sobre el aire una fuerza que se gestó en sus fibras musculares y el aire sólo se corre, sólo roza condenándola a latencia.

Los ojos no podrían estar más abiertos, más incapaces de ver. Pestañas como abrojos engarzadas a la piel, en la garganta la presión de todas las vértebras, con la boca abierta y las mandíbulas estriadas.

Y pies en el suelo con el arco extendido a punto del desgarro con el talón en el aire y la planta como una lengua imprimiendo cada textura en si.
Cate
pruebe
paladee
deguste
saboree
guste
beba
sorba
chupe
trague
tome
aspire
escupa
arroje
expulse
como si mi garganta fuera líquida, fría y fuera hacia abajo.
Como si pudiera ser algo usted, como si pudiera hacer.
Señor usted no existe más que en los otros, señor usted no existe más que en usted, señor usted no es un señor.
Expulse
cate
pruebe
paladee
deguste
saboree
guste
beba
sorba
chupe
arroje
trague
tome
aspire
escupa
Señor usted no va a bailar como el humo sube, enroscándose caliente en si mismo, señor a usted no pueden dársele vuelta los ojos, señor a usted los ojos no se le llagan en sus cuencas por eso, no se le caen las carnes que tocan el suelo, no pierde sus fluidos cuando se seca. Usted parece colocar cada uno de sus huesos en su lugar cada mañana con un apego y un cuidado que sabemos que posee, además de generarlo, cierto rencor.

Los

Mírenlos, caminan por las baldosas,
Sobre cada cuadricula proyectan sus pesos, sus sombras,
Cada desnivel y depresión, irrumpen frente de cada poste y farol,
Indiferentes.

Cargan todo el tiempo, contra los quiosqueros,
Contra las mujeres de piernas florecientes,
A los semáforos y a los aires buenos en veneno que flotan,
Cargan y contienen.

Pero de pronto, uno ve dentro, esa tensión infinita
Carne curtida de fibras oscuras,
Matan a una niña en un subte, uno ve.

Mírenlos, transeúntes, caminan por las baldosas,
Aprietan sus miembros en el suelo,
Indiferentes carnes, uno ve,

Rompen la vista de postes y semáforos,
Pero en un hueco debajo de la frente, quiebran una niña en el subte,
Se derraman, animales, y llagan las piernas de ella.